"Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados; yo les daré descanso. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, pues yo soy apacible y humilde de corazón, y encontrarán descanso para sus almas. Porque mi yugo es suave y mi carga es liviana." 

Mateo 11:28-30


Un yugo de bueyes fue usado en el pasado para tirar un arado o llevar una carga pesada. Dos bueyes tienen más fuerza que uno, así hacen que el tirar o llevar la carga sea más fácil. Pero también, cuando están juntos en yugo,  jalarán al mismo tiempo. El yugo les mantiene en sincronía.

Estos versículos, al leerlos por primera vez, pueden sentirse como lo opuesto de aliviar una carga. Visualizamos a un yugo como oneroso y molestoso. ¿Por qué buscaría una persona ponerlo?

Si nos concentramos solamente en el yugo, entonces sí, tenemos una imagen opresiva y restrictiva. Definitivamente el yugo no da una linda imagen en  la que desearemos pensar, pero... ¡Buenas noticias!

No se trata del yugo; se trata del buey, para ser más específicos, el buey maduro. Cuando un buey joven esta aprendiendo a tirar un ardo, no lo hace  solo. Él necesita un buey maduro para enseñarle. Ese es Jesús.

Cuando Jesús nos habla que su yugo es suave y su carga liviana, es porque cuando nos unimos con el estamos juntos en su yugo. Él nos enseña a ir por su camino, porque caminamos con él. Nos enseña como cargar el peso del ardo, porque él lo carga con nosotros. 

Como el versículo nos hace recordar, Jesús nos enseña el camino correcto. El es tierno en la manera que nos guía y él usa todo en nuestras vidas para instruirnos en sus caminos, sus caminos están llenos de belleza. 

Si solo nos enfocamos en el yugo, las dificultades de la vida con las cuales nos enfrentamos, perderemos la mirada en aquel que nos instruye a caminar en verdad, guiándonos a través de los surcos de tierra para que cosechemos cultivos de gozo, paz y coraje. El yugo simplemente es el instrumento que nuestro maestro perfecto usa para mantenernos cerca a él, para que sintamos a veces su tirar y otras veces su guiar a la izquierda o derecha. 

Sin él, recorreríamos por todos lados del campo de la vida, haciendo sendas inútiles que nos guiarán a la destrucción. Sin embargo, con él, siempre nos apuntamos a la dirección correcta que nos lleva a los frutos de la bondad por todos nuestros días. 

En este pasaje, la frase, "aprendan de mi", también se traduce "déjame enseñarte". Al familiarizarnos con su guía, sentimos su toque suave, y reconocemos sus palabras de aliento. 

Mientras que aprendemos sus caminos, ¿qué pasa entonces? Nuestra confianza crece. Nuestra fe crece. Así que, el gozo en medio de los campos no cultivados, crece también. ¿Por qué? Es porque nuestra fe está en aquel que tiene las riendas. Confiamos que él si conoce el camino que debemos seguir. Por eso, con alegría, cargamos el yugo y salimos con él guiándonos en los campos de incertidumbre, al final dándonos cuenta que él siempre conoce el mejor camino para nosotros. 

Muchas veces en el duelo necesitamos a alguien con lo cual nos podemos juntar en yugo. Alguien quien ha viajado el camino delante de nosotros. Ellos nos pueden guiar, ayudándonos a seguir el camino que conduce a la verdadera esperanza. ¿Necesitas a alguien que camine contigo? ¡Tenemos coaches de duelo quienes están dispuestos a hacerlo!

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